La Gran Depresión - 1930, 1ra. entrega
La economía de mercado no garantiza el pleno empleo de los recursos, ni la venta total de los bienes, ni la inversión de la totalidad del capital ahorrado, ni el pleno empleo de la mano de obra, por lo tanto, la política económica debe evitar estos males, encauzando la demanda por medio del gasto público. Keynes
La depresión (del latín depressio, que significa ‘opresión’, ‘encogimiento’ o ‘abatimiento’) es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente, caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad, provocando una incapacidad - total o parcial - para disfrutar de las cosas y de los acontecimientos de la vida cotidiana (anhedonia).
La historia política(1) nos habla de depresiones económicas, como si fuese la economía una entidad capaz de sufrir opresión, encogimiento o abatimiento. Y es que a menudo estamos inclinados a pensar en la economía como se piensa en un organismo viviente, en un ser natural que tiene fisiología y funcionalidad predeterminadas, de modo tal que ante la presencia de un indicio premonitorio en ella, nos parece saber que sobrevendrá ineludiblemente la consecuencia esperable, de la misma manera que sabemos que al estruendo cercano del trueno le seguirá el fulgor del rayo; o con el mismo grado de certeza que ante el desborde inusitado del cauce superior del río podemos predecir que el valle será cubierto por las aguas.
Pero sucede que en lo económico, todo lo que yace o se mueve bajo el sol no es cosa de la naturaleza, sino llana y contundentemente construcción social y política, por eso es que la sentencia clintoniana (2), "es la economía, estúpido... es la economía", puede transformarse significativamente en una tesis superadora y más cierta, "es la política, estúpido... es la política", aún en el caso de que se aborde aquella vieja definición de la ciencia económica, como la ciencia que "estudia el modo de darle solución al problema de la existencia de recursos insuficientes, para necesidades que son crecientes"; aún en ese caso, nos encontraremos frente a soluciones políticas, es más, tanto la insuficiencia de los recursos, como el crecimiento de las "necesidades", son materia opinable, son cuestión discutible. Aún quienes se ubican en el seguro territorio de la ciencia, tienen la obligación de hacer filosofía de ella, no se pueden eternizar las soluciones de compromiso(3).
Acerca de las "necesidades", Sartre decía que aquellas que eran "exigencias de lo útil", son una de las causas de la alienación humana; y mucho sabemos de ello los que habitamos la sociedad global de consumo.
Hablando de depresiones económicas, siempre me intrigó el modo en el que se presentó y llevó a cabo la Gran Depresión de 1930, como se armó el escenario que la hizo posible. La intriga deriva justamente de que no puedo aceptar gustoso que fue un fenómeno natural, algo así como el diluvio universal, y menos aún que las causas de ella se corresponden con un designio divino, fundado en el deseo inquebrantable de los dioses de castigar duramente los pecados de la humanidad.
En aquellos catastróficos años Erich Kästner(4) escribía: "¿Es que estamos aquí para no hacer nada? Nosotros los nacidos desempleados, exigimos trabajo, no limosnas, y les preguntamos: ¿Qué va a pasar? Escuchen el fallo del tribunal universal: nos dieron la vida, ¡denle sentido ahora!" Había explotado la pompa de jabón de la prosperidad de principios del siglo XX, y no pintada de sol y grana(5), nada tenía aquél reventón de belleza poética. Y es lógico, el capitalismo, no es un mundo sutil, ingrávido y gentil, que tiembla bajo el cielo azul(5), sino más bien un sistema duro y gris, dominado por una jauría feroz; un mundo que tiembla cuando los perros dominantes toman la comida de todos como si fuera exclusivamente de ellos.
En 1929 el número de desempleados en el planeta capitalista era de aproximadamente 10 millones, luego, en el peor momento de la recesión(6) esa cifra se triplicó. Al ser la protección social prácticamente inexistente, desocupación y exclusión social se convirtieron rápidamente en sinónimos. Los desahucios estaban a la orden del día y los "sin techo" se agrupaban en condiciones miserables. En EEUU, la Metropolitan Life solamente, se quedó con más de 7000 propiedades. Llegó a crearse, incluso, la Comunidad Internacional de Vagabundos. En 1932, Alemania batía el récord internacional de suicidios, 260 anuales por millón de habitantes. "La población se divide en dos bandos: quienes conservan el empleo y quienes lo han perdido." decía B. Gazier. Los agricultores se veían obligados a contraer nuevas deudas sólo para hacer frente a los intereses de sus deudas antiguas.
Un párrafo aparte merece la paradoja que encierra la situación de que quienes conservaron sus empleos, a pesar de la crisis estructural, en ocasiones vieron aumentado su poder adquisitivo, esto se debió a que aún descendiendo los salarios, su caída fue superada por la de los precios.
En la Argentina de los años 90' sucedió que quienes quedaron dentro del sistema de reparto de beneficios de los negociados del gobierno neoliberal menemista, dieron su apoyo al régimen en las elecciones de 1995, a pesar de que el desastre económico era ya evidente e irreversible, es justo reconocer que esa evidencia e irreversibilidad también fueron eficientemente tapadas por los grupos de concentración mediática y por figuras relevantes que operaban en la propaganda del régimen, como así también que aquellos negocios espurios fueron apoyados, desde el silencio y la lucha acallada, por el sindicalismo de negocios. Basta con recordar, en el caso de los massmedia, el programa de TV propagandista 'Almorzando con Mirtha Legrand' , programa de consumo masivo, en el que la conductora elogiaba constantemente los negociados del gobierno, la apertura indiscriminada de la economía, la venta de los activos nacionales a precio vil, y exclamaba permanentemente: "¡yo siento que nuestro país se va para arriba! ¡siento que la Argentina se va para arriba!" Tiempo Nuevo, Hora Clave son otros ejemplos televisivos de la cobertura mediática al régimen pro-imperialista. En la prensa gráfica, La Nación, Clarín y Edit. Atlántida, y en la prensa radial, Radio 10, también fueron muestras acabadas de propagandismo, sólo interrumpían su apoyo al régimen neoliberal, realizando "críticas" superficiales, apenas cosméticas, señalando qué mal combinada estaba la corbata con el saco, de tal o cual funcionario, o qué mal que hablaba otro, sin cuestionar jamás una medida de gobierno que fuese en la dirección de la destrucción del estado, que era su objetivo principal. Estos órganos de propaganda neoliberal masificante, subsisten aún hoy y cobran día a día un mayor grado de virulencia.
En aquellos catastróficos años Erich Kästner(4) escribía: "¿Es que estamos aquí para no hacer nada? Nosotros los nacidos desempleados, exigimos trabajo, no limosnas, y les preguntamos: ¿Qué va a pasar? Escuchen el fallo del tribunal universal: nos dieron la vida, ¡denle sentido ahora!" Había explotado la pompa de jabón de la prosperidad de principios del siglo XX, y no pintada de sol y grana(5), nada tenía aquél reventón de belleza poética. Y es lógico, el capitalismo, no es un mundo sutil, ingrávido y gentil, que tiembla bajo el cielo azul(5), sino más bien un sistema duro y gris, dominado por una jauría feroz; un mundo que tiembla cuando los perros dominantes toman la comida de todos como si fuera exclusivamente de ellos.
En 1929 el número de desempleados en el planeta capitalista era de aproximadamente 10 millones, luego, en el peor momento de la recesión(6) esa cifra se triplicó. Al ser la protección social prácticamente inexistente, desocupación y exclusión social se convirtieron rápidamente en sinónimos. Los desahucios estaban a la orden del día y los "sin techo" se agrupaban en condiciones miserables. En EEUU, la Metropolitan Life solamente, se quedó con más de 7000 propiedades. Llegó a crearse, incluso, la Comunidad Internacional de Vagabundos. En 1932, Alemania batía el récord internacional de suicidios, 260 anuales por millón de habitantes. "La población se divide en dos bandos: quienes conservan el empleo y quienes lo han perdido." decía B. Gazier. Los agricultores se veían obligados a contraer nuevas deudas sólo para hacer frente a los intereses de sus deudas antiguas.
Un párrafo aparte merece la paradoja que encierra la situación de que quienes conservaron sus empleos, a pesar de la crisis estructural, en ocasiones vieron aumentado su poder adquisitivo, esto se debió a que aún descendiendo los salarios, su caída fue superada por la de los precios.
En la Argentina de los años 90' sucedió que quienes quedaron dentro del sistema de reparto de beneficios de los negociados del gobierno neoliberal menemista, dieron su apoyo al régimen en las elecciones de 1995, a pesar de que el desastre económico era ya evidente e irreversible, es justo reconocer que esa evidencia e irreversibilidad también fueron eficientemente tapadas por los grupos de concentración mediática y por figuras relevantes que operaban en la propaganda del régimen, como así también que aquellos negocios espurios fueron apoyados, desde el silencio y la lucha acallada, por el sindicalismo de negocios. Basta con recordar, en el caso de los massmedia, el programa de TV propagandista 'Almorzando con Mirtha Legrand' , programa de consumo masivo, en el que la conductora elogiaba constantemente los negociados del gobierno, la apertura indiscriminada de la economía, la venta de los activos nacionales a precio vil, y exclamaba permanentemente: "¡yo siento que nuestro país se va para arriba! ¡siento que la Argentina se va para arriba!" Tiempo Nuevo, Hora Clave son otros ejemplos televisivos de la cobertura mediática al régimen pro-imperialista. En la prensa gráfica, La Nación, Clarín y Edit. Atlántida, y en la prensa radial, Radio 10, también fueron muestras acabadas de propagandismo, sólo interrumpían su apoyo al régimen neoliberal, realizando "críticas" superficiales, apenas cosméticas, señalando qué mal combinada estaba la corbata con el saco, de tal o cual funcionario, o qué mal que hablaba otro, sin cuestionar jamás una medida de gobierno que fuese en la dirección de la destrucción del estado, que era su objetivo principal. Estos órganos de propaganda neoliberal masificante, subsisten aún hoy y cobran día a día un mayor grado de virulencia.
Volviendo al 30', digamos que el capital sufrió cuantiosas pérdidas de beneficios, las ganancias de las empresas cayeron en un 50% promedio. Las quiebras en los EEUU fueron más de 22.000 en 1929, llegando a casi 32.000 en 1932; ante la caída de la renta los empresarios que quedaron en pie, sacrificaron la reinversión para llevar los beneficios a sus bolsillos.
Este escenario es resumido por H. Morsel y B. Gazier así: "Desempleo, miseria, reducción de rentas, ruina de los agricultores, etc., tienen su origen en el derrumbamiento generalizado de la actividad económica en los años de la Gran Depresión. La espectacular contracción de la producción industrial, la violenta caída de los precios de la producción primaria y la quiebra de los fundamentos del liberalismo económico presagian el fin de la economía capitalista mundial."
Si bien la principal retracción - cuantitativamente - se dio en las economías industrializadas, la crisis también repercutió en la producción primaria. El precio del trigo, el azúcar, la seda, el caucho, la lana, cayeron entre el 19 y el 45%, un episodio ocurrido en el Brasil en 1931 es ejemplo muy ilustrativo del desastre, los plantadores brasileños en un intento de frenar la caída de los precios, destruyeron un millón y medio de toneladas de café, producción equivalente al consumo anual mundial de aquel entonces. El café fue incluso usado en reemplazo del carbón en las locomotoras ferroviarias.
Los gobiernos se negaron en principio a abandonar las recetas económicas liberales y apostaron a la deflación.
La deflación ofrece dos modalidades (B. Droz, M. Nouschi): en su forma presupuestaria trata de sanear las finanzas públicas. El estado se autoimpone el equilibrio presupuestario, lo hace reduciendo el gasto público, paga menos salarios (los reduce o despide trabajadores), paga menos asignaciones (asignaciones familiares, jubilaciones, pensiones, etc.). En la forma económica, el estado restringe el circulante, seca la plaza. La reducción de los medios de pago y de los créditos provoca la caída de los precios interiores, esto teóricamente posibilita el relanzamiento de la producción y - por ende - de las exportaciones.
La deflación pretende además el recupero de la rentabilidad de las empresas, mediante la baja de los costos favoreciendo la caída de sus componentes, sobre todo: la caída de los salarios.
Así pues, los instrumentos por estas políticas económicas fueron: equilibrio presupuestario, recorte de salarios y precios a la baja. Extrañamente, estos instrumentos debieran - según los economistas liberales - combatir el descenso de la producción y el desempleo creciente.
La prioridad de los gobiernos era mantener la estabilidad monetaria, sin valores de cambio fijo estimaban irrecuperable la confianza y las posibilidades de inversión.
Ambas aplicaciones deflacionarias fracasaron. En lo que hace a la modalidad presupuestaria, la austeridad presupuestaria fue una ilusión; la depresión genera la disminución de los ingresos fiscales y al mismo tiempo aumentan los gastos derivados del desempleo, de los salvatajes a empresas salvadas por la quiebra y las subvenciones para estimular la producción o favorecer su disminución.
En cuanto a la modalidad económica, el saneamiento no pudo seguir un fácil camino, los liberales suponían falsamente respuestas positivas automáticas, pues reducir los costos no es cuestión tan fácil de hacer, se debe mantener un capital fijo y hacer frente a gastos generales inelásticos, que no son fáciles de manejar como variables de ajuste, cosa que sí podían hacer con los ingresos de los trabajadores, estos inescrupulosos explotadores; esta costumbre empresarial de cortar el hilo por lo más delgado pervive aún, no se pueden reducir ganancias, pero sí bajar salarios.
A medida que la política deflacionaria no alcanzó los objetivos que se propuso, la devaluación y la supresión de la convertibilidad al patrón oro, fueron entonces los únicos remedios posibles, a los que finalmente, uno a uno, fueron recurriendo todos los gobiernos.
La quiebra de los principios liberales de no intervención del estado en la economía fue al comienzo sólo producto de la improvisación. Recién cuando Keynes presenta una contrapropuesta general al modelo clásico aparece una base teórica sólida.
La economía de mercado no garantiza el pleno empleo de los recursos, ni la venta total de los bienes, ni la inversión de la totalidad del capital ahorrado, ni el pleno empleo de la mano de obra, por lo tanto, la política económica debe evitar estos males, encauzando la demanda por medio del gasto público.
(1) Toda la historia es política, pues es historia junto a los otros, o frente a los otros; aún en el caso de que los otros fueren inconsiderados, serán siempre referencia.
Este escenario es resumido por H. Morsel y B. Gazier así: "Desempleo, miseria, reducción de rentas, ruina de los agricultores, etc., tienen su origen en el derrumbamiento generalizado de la actividad económica en los años de la Gran Depresión. La espectacular contracción de la producción industrial, la violenta caída de los precios de la producción primaria y la quiebra de los fundamentos del liberalismo económico presagian el fin de la economía capitalista mundial."
Si bien la principal retracción - cuantitativamente - se dio en las economías industrializadas, la crisis también repercutió en la producción primaria. El precio del trigo, el azúcar, la seda, el caucho, la lana, cayeron entre el 19 y el 45%, un episodio ocurrido en el Brasil en 1931 es ejemplo muy ilustrativo del desastre, los plantadores brasileños en un intento de frenar la caída de los precios, destruyeron un millón y medio de toneladas de café, producción equivalente al consumo anual mundial de aquel entonces. El café fue incluso usado en reemplazo del carbón en las locomotoras ferroviarias.
Los gobiernos se negaron en principio a abandonar las recetas económicas liberales y apostaron a la deflación.
La deflación ofrece dos modalidades (B. Droz, M. Nouschi): en su forma presupuestaria trata de sanear las finanzas públicas. El estado se autoimpone el equilibrio presupuestario, lo hace reduciendo el gasto público, paga menos salarios (los reduce o despide trabajadores), paga menos asignaciones (asignaciones familiares, jubilaciones, pensiones, etc.). En la forma económica, el estado restringe el circulante, seca la plaza. La reducción de los medios de pago y de los créditos provoca la caída de los precios interiores, esto teóricamente posibilita el relanzamiento de la producción y - por ende - de las exportaciones.
La deflación pretende además el recupero de la rentabilidad de las empresas, mediante la baja de los costos favoreciendo la caída de sus componentes, sobre todo: la caída de los salarios.
Así pues, los instrumentos por estas políticas económicas fueron: equilibrio presupuestario, recorte de salarios y precios a la baja. Extrañamente, estos instrumentos debieran - según los economistas liberales - combatir el descenso de la producción y el desempleo creciente.
La prioridad de los gobiernos era mantener la estabilidad monetaria, sin valores de cambio fijo estimaban irrecuperable la confianza y las posibilidades de inversión.
Ambas aplicaciones deflacionarias fracasaron. En lo que hace a la modalidad presupuestaria, la austeridad presupuestaria fue una ilusión; la depresión genera la disminución de los ingresos fiscales y al mismo tiempo aumentan los gastos derivados del desempleo, de los salvatajes a empresas salvadas por la quiebra y las subvenciones para estimular la producción o favorecer su disminución.
En cuanto a la modalidad económica, el saneamiento no pudo seguir un fácil camino, los liberales suponían falsamente respuestas positivas automáticas, pues reducir los costos no es cuestión tan fácil de hacer, se debe mantener un capital fijo y hacer frente a gastos generales inelásticos, que no son fáciles de manejar como variables de ajuste, cosa que sí podían hacer con los ingresos de los trabajadores, estos inescrupulosos explotadores; esta costumbre empresarial de cortar el hilo por lo más delgado pervive aún, no se pueden reducir ganancias, pero sí bajar salarios.
A medida que la política deflacionaria no alcanzó los objetivos que se propuso, la devaluación y la supresión de la convertibilidad al patrón oro, fueron entonces los únicos remedios posibles, a los que finalmente, uno a uno, fueron recurriendo todos los gobiernos.
La quiebra de los principios liberales de no intervención del estado en la economía fue al comienzo sólo producto de la improvisación. Recién cuando Keynes presenta una contrapropuesta general al modelo clásico aparece una base teórica sólida.
La economía de mercado no garantiza el pleno empleo de los recursos, ni la venta total de los bienes, ni la inversión de la totalidad del capital ahorrado, ni el pleno empleo de la mano de obra, por lo tanto, la política económica debe evitar estos males, encauzando la demanda por medio del gasto público.
(1) Toda la historia es política, pues es historia junto a los otros, o frente a los otros; aún en el caso de que los otros fueren inconsiderados, serán siempre referencia.
(2) Por Bill Clinton, que en la campaña que lo llevó a ser presidente de los EEUU usó a menudo esta expresión 'es la economía, estúpido... es la economía', para referirse a aquellas cuestiones que consideraba de interés esencial para la ciudadanía en el cotidiano, pero que más tarde fue replicado hasta el hartazgo por nuestras huestes vernáculas neoliberales para darle el sentido que indica que la economía se comporta de un modo "natural"; algo así como decir: "pobres hubo siempre y es natural que así sea, por lo tanto... es inevitable"
(3) La solución de compromiso, en la terminología habitual de las ciencias sociales, es aquella que deriva de elegir una de entre muchas alternativas por considerarla la que nos permite seguir avanzando en un análisis o desarrollo, sin que esto signifique, sin embargo, que la tengamos por válida. Es decir, digamos por ahora que esto es cierto, a fin de que el desacuerdo no nos condene a la inmovilidad.
(4) Escritor alemán. Dresde 1899 - Múnich 1975.
(5) Referencia al poema 'Proverbios y cantares' de la obra 'Campos de Castilla'; de Antonio Machado: "yo amo los mundos sutiles,/ ingrávidos y gentiles/ como pompas de jabón./ Me gusta verlos pintarse/ de sol y grana, volar/ bajo el cielo azul, temblar/ súbitamente y quebrarse.
(6) Recesión es la disminución generalizada de la actividad económica de un país o región, medida a través de la bajada, en tasa anual, del Producto Bruto Interno (PBI) real, durante un período suficientemente prolongado.
(4) Escritor alemán. Dresde 1899 - Múnich 1975.
(5) Referencia al poema 'Proverbios y cantares' de la obra 'Campos de Castilla'; de Antonio Machado: "yo amo los mundos sutiles,/ ingrávidos y gentiles/ como pompas de jabón./ Me gusta verlos pintarse/ de sol y grana, volar/ bajo el cielo azul, temblar/ súbitamente y quebrarse.
(6) Recesión es la disminución generalizada de la actividad económica de un país o región, medida a través de la bajada, en tasa anual, del Producto Bruto Interno (PBI) real, durante un período suficientemente prolongado.
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