¿Capitalismo social latinoamericano? Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
Los gobiernos de nueva izquierda en América Latina ganaron el Estado y desde allí, con un nuevo poder ciudadano o popular (esfera política), han avanzado al menos a un tipo de capitalismo social (esfera económica) con distintos logros. Pero se levantan sobre una pesada herencia de diferenciaciones sociales aún muy arraigadas en las mentalidades colectivas.
La economía social de mercado en Europa, diferente
a la economía de libre empresa de EE.UU. y que, además, es una de las
modalidades de capitalismo social, logró amplios beneficios para los
ciudadanos.
Hay variaciones entre los países europeos, aunque
también rasgos comunes. El eje radica en el papel económico del Estado, pues si
bien las empresas gozan de libertad de acción, están sujetas a numerosas y a
veces pormenorizadas regulaciones estatales en materia laboral, social y
ambiental. El Estado garantiza la educación pública gratuita, cubre la
seguridad social universal, atiende la salud, distribuye medicinas y regula el
trabajo médico público y privado; y, adicionalmente, otorga una variedad enorme
de subsidios, bonos y pensiones, para madres, desempleados, estudiantes,
familias, etc. El Estado promueve la redistribución de la riqueza y aplica el
criterio de solidaridad social.
Los niveles de bienestar logrados con ese
capitalismo social contrastan con las realidades latinoamericanas, y eso a
pesar de que han crecido las fórmulas neoliberales otrora inexistentes, que han
agravado las condiciones del empleo en varios países.
Pero los europeos saben que para recibir tan vastos
servicios sociales deben aportar al financiamiento de los Estados, que recaudan
no solo impuestos indirectos (IVA o aduaneros) sino, ante todo, impuestos
directos y muy elevados sobre las rentas personales, el patrimonio, las
plusvalías, herencias y donaciones, e incluso sobre beneficios societarios, y
otros de carácter municipal o comunitario. Para su control existen mecanismos
rigurosos, con cruces de información y hasta una policía fiscal especializada.
Los gobiernos de nueva izquierda en América Latina
ganaron el Estado y desde allí, con un nuevo poder ciudadano o popular (esfera
política), han avanzado al menos a un tipo de capitalismo social (esfera
económica) con distintos logros. Pero se levantan sobre una pesada herencia de
diferenciaciones sociales aún muy arraigadas en las mentalidades colectivas. La
larga persistencia de los regímenes oligárquicos, con familias dominantes,
patrimonios edificados sobre la explotación social y laboral, y sistemas
políticos excluyentes, también han moldeado esas herencias.
Esos gobiernos han impulsado educación, seguridad,
medicina, vivienda, obra pública, servicios sociales, etc. inéditos; se han
propuesto la equidad social y para ello han reformado y ampliado el sistema de
impuestos.
Comparativamente aún estamos lejos de los sistemas
europeos. Pero aquellos logros han despertado un verdadero odio de clase por
parte de los sectores económicos y políticos que otrora manejaron al Estado, de
modo que hoy reniegan del poder que se halla en otras manos y de cualquier
redistribución de la riqueza.
En Ecuador, una burguesía-oligárquica, incapaz de
comprender y promover la modernización nacional, y aupada por segmentos de
clase media reaccionaria, se ha decidido a lanzar la lucha frontal contra el
‘estatismo’, cuestiona impuestos y está dispuesta a defender sus privilegios, pugnando
para que nada cambie.
Fuente: Con Nuestra América - Sábado 18 de julio de 2015
Comentarios
Publicar un comentario