El diálogo, expresión de la humildad social. El Tedeum de 2014.
He visto recién el Tedeum del 25 de mayo celebrado en la Catedral Metropolitana. Demasiado largo y brillante en metales es el altar del templo mayor de Buenos Aires, genera sin mediaciones que lo aminoren, un sentimiento de desconfianza para con quienes se sientan detrás de él; es que hace que uno los vea desde la cocina de su casa, más como gerentes de la casa central de un poderoso banco extranjero en nuestro país, que como asistentes a la mesa en la que se repartirá el pan y el vino de la vida a todos.
La voz del arzobispo parece decir: "vendo, vendo... escucho sus ofertas señores", su voz suena a voz de mercader, voz vacía de alma. Estoy hablando hasta aquí de su voz, no de lo que dice en lengua española.
Cuando habla palabras, ellas se encuentran muy lejos de contradecir esta percepción, sino que - por el contrario - la apoyan y agigantan, se percibe claramente una mentira tras otra.
Habla de diálogo el arzobispo, y sin embargo no pide el perdón del pueblo para su institución por no haberlo ejercido jamás, bregando siempre, tozuda y violentamente por la imposición de un discurso único.
Dice el arzobispo barbaridades históricas, dice por ejemplo, que en nuestro país, fue el diálogo el que posibilitó la creación de instituciones y constituciones, a esta altura de su discurso creo que caben sólo dos posibilidades: el arzobispo es un ignorante o un cínico, me inclino por el cinismo como elemento constituyente de su subjetividad (que sea un sujeto cínico), o sino por lo menos de su discurso (que tenga un discurso cínico), lo que indicaría que no dice lo que piensa y es por lo menos un hipócrita. Olvida el arzobispo, y lo hace a propósito, las guerras de la independencia, olvida al centralismo porteño regando con sangre el suelo patrio, olvida las batallas que precedieron y siguieron a cada constitución. Pareciera que llama diálogo a las batallas de Pavón y Cepeda, y a la "pacificación nacional" de Mitre y Sarmiento.
No se puede dialogar desde el olvido y la mentira, es sencillamente imposible, para dialogar es necesario (condición imprescindible) hacerlo desde la memoria y la verdad. Entonan el "Cristo Jesús en Ti la Patria espera..." de 1934 y olvidan su silencio y apoyo incondicional a la década infame, al atropello de la democracia, a la explotación del hombre por el hombre, a aquella y a todas las dictaduras cívico-militares-eclesiásticas sangrientas, y al poder del dinero.
Olvidan también que es una canción-himno para aquellos que aún hoy reniegan, puertas adentro de su institución, de las transformaciones impulsadas por el Concilio Vaticano II, verdaderos dinosaurios carnívoros no alcanzados por las consecuencias del meteorito del Yucatán.
Olvidan que no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero.
Mercaderes y sepulcros blanqueados... sí, estar rodeado de mercaderes y sepulcros blanqueados hubiera sido la sensación que me habría asaltado, si hubiese estado sentado hoy allí, en el Tedeum de la Catedral Metropolitana.
Creo que me habría ahogado en uno de esos bancos, pues el aire me hubiese faltado gravemente.
Por fortuna, la carta del Papa, reconociendo la necesidad de un "diálogo que sea expresión de humildad social", comenzó a airearme un tanto.
Luego el arte... Ariel Ramírez, Patricia Sosa, el coro, los músicos, ingresaron como un vendaval de vidalas, carnavalitos, chacareras truncas y estilos, con ellos volaron los ángeles, ahí sí comenzó el diálogo entre el cielo y la tierra, en la dimensión de la lágrima de alegría, y el aire se hizo plenamente respirable.
Ahora, ya afuera de la Catedral, los brazos de mi pueblo en las banderas... alejan por fin las cenizas negras.
Comentarios
Publicar un comentario