La Gran Depresión - 1930, 2da. entrega

(Viene de La Gran Depresión - 1930, 1ra. entrega)

La quiebra del enunciado liberal sobre la no intervención estatal en la economía fue al principio un mero producto de la improvisación. El esbozo de políticas económicas expansivas carecía aún de base teórica sólida. Por ello, la crisis del capitalismo liberal aceleró la revisión de las teorías económicas dominantes. Los diagnósticos elaborados en los años veinte por algunos economistas sobre la incapacidad de la economía liberal para superar sus desequilibrios toman cuerpo definitivo cuando J. M. Keynes presenta una contrapropuesta general del modelo clásico. (L. A. Rojo, G. Ambrosius). La intervención económica estatal encuentra aquí su más lograda justificación: como la economía de mercado no garantiza el pleno empleo de los recursos -, ni la venta total de los bienes, ni la inversión de todo el capital ahorrado, ni el pleno empleo de la mano de obra - , la política económica debe evitar el subempleo duradero a través de medidas globales, en concreto, encauzar la demanda económica por medio del gasto público. De esta forma - según Keynes - se ponía en marcha un circuito que permitiría a la economía salir por sí misma de la crisis.

Se rompió el comercio multilateral, mientras el sistema liberal daba sobradas muestras de insuficiencia para hacer frente a las fuerzas depresivas, creció el intervencionismo estatal y el proteccionismo, y se dejó de lado el fundamento de los intercambios comerciales internacionales: el patrón oro. El espacio económico único se fragmentó y se dividió en distintos bloques, regionalizando las relaciones económicas, hubo así zona dólar, zona libra esterlina, bloque marco, bloque oro.
De hecho se multiplicaron los bloqueos comerciales, mediante cupos (limitantes de la importación), trabas administrativas, y en ocasiones la lisa y llana prohibición de las importaciones.
Los cambios internacionales fueron acompañados por extraordinarios giros en las políticas económicas nacionales.
En un principio la creencia en que la economía puede siempre autorregularse, explica que los gobiernos fueran unánimes en pensar que la crisis fuera apenas un episodio normal, accidental y temporal, y que, por lo tanto, no fuese necesario intervenir; consideraban que la pasividad ante todo lo que ocurría era lo aconsejable, de modo tal que la propia crisis sanearía ineficacias y corregiría las asignaciones de recursos erróneas. Luego del saneamiento la recuperación sería inevitable, mientras que cualquier cosa que se hiciera interviniendo para adelantar la reactivación, generaría el mantenimiento de los desajustes y una depresión posterior - más intensa aún - se produciría.

Pero, el colapso de las economías cuestionó muy a fondo la funcionalidad del sistema liberal.

En todos los países  - con gobiernos autoritarios o democráticos - se instaura una economía dirigida: se refuerza el proteccionismo, se devalúa, se otorgan subvenciones a empresas agrícolas e industriales en dificultades. El intervencionismo estatal regula la economía, equilibra la producción  y el consumo, restablece las expectativas de inversión; en definitiva, preserva al sistema capitalista aunque para ello tenga que sacrificar el "sagrado" principio de la iniciativa privada.
Próxima entrega: La comprensión de la catástrofe.

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