Argentina: un campanazo por Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Hace ya varios años reflexionábamos al respecto en esta nuestra revista refiriéndonos a Venezuela. El camino al socialismo no se recorre en un todoterreno en el que el único que ve hacia afuera es el conductor, mientras el resto de pasajeros tienen fijos los ojos en alguna pantalla de última generación. En ese sentido, la batalla cultural la ganó hace tiempos el neoliberalismo.
La última semana de noviembre y la primera de diciembre serán claves para develarnos en dónde estamos y hacia dónde vamos. Ojalá nos equivoquemos.
Queda
poco de esa época “heroica”, que tuvo en Mar del Plata y el rechazo al ALCA un
hito que llenó de vigor al latinoamericanismo. El progresismo, hoy, está a la
defensiva, le cuesta mantener sus posiciones y, aunque se bate a brazo partido,
muestra desgaste y grietas.
Se
han levantado voces airadas en América Latina contra aquellos que ven signos de
vientos negativos para el movimiento nacional-progresista o post-neoliberal,
como prefiera llamársele, que tanto protagonismo ha tenido en nuestro
continente en las dos últimas décadas. Una de ellas, la del vicepresidente de
Bolivia, Álvaro Linera, les ha llamado izquierdistas de cafetín, y el brasileño
Emir Sader comparte su opinión. En estas páginas de CON NUESTRA AMÉRICA nos
hemos hecho eco de sus reflexiones en días pasados publicando algunos artículos
suyos que tratan el tema.
Hemos
publicado, también, las posiciones opuestas. Un rápido vistazo a nuestros
archivos lo deja en evidencia. Hoy, por cierto, recogemos las ideas de Raúl
Zibechi al respecto. Estamos, ciertamente, en un momento incierto, en el que se
multiplica signos que no son de buenos augurios. Léase el mencionado artículo
de Zibechi, que aparece más abajo, y verán que el uruguayo entiende que el
quiebre que lleva hacia un declive del progresismo se inició no ahora sino hace
un par de años.
A
lo que él plantea en su artículo quisiéramos agregar un hecho más, que en
nuestra opinión es muy importante: la muerte de Hugo Chávez. Él, junto a Lula y
Néstor Kirchner, los tres en el poder, conformaron un triplete formidable que
posibilitó pensar en un proyecto continental de largo aliento, fuerte,
innovador, nuestro.
Queda
poco de esa época “heroica”, que tuvo en Mar del Plata y el rechazo al ALCA un
hito que llenó de vigor al latinoamericanismo. El progresismo, hoy, está a la
defensiva, le cuesta mantener sus posiciones y, aunque se bate a brazo partido,
muestra desgaste y grietas.
La
primera ronda de las elecciones argentinas del domingo pasado dejó lesiones
abiertas y en evidencia. Ahí, la expresión particular de esta gran tendencia
que ha recorrido América Latina en los últimos años, el kirchnerismo, lame sus
heridas después que Daniel Scioli, su candidato, apenas pudiera vencer por unos
pocos puntos al representante de la derecha que busca reeditar la noche neoliberal,
Mauricio Macri, y se presenta a la segunda vuelta con un panorama poco
halagüeño.
En
poco más de un mes, también en Venezuela se realizarán unas elecciones que
parecen pintar desfavorables para el Partido Socialista Unido de Venezuela. La
oposición venezolana, una oposición “chatarra”, oportunista, desunida y
violenta, tienen grandes posibilidades de desbancar de la mayoría al
oficialismo.
Y
ni qué decir de Brasil, en donde el gobierno del PT se encuentra cada vez más a
la defensiva ante la oleada de casos de corrupción y las protestas callejeras.
Es,
efectivamente, un mal momento que no parece ser coyuntural. Los gobiernos
nacional-progresistas han perdido apoyo de los sectores que pusieron en ellos
sus esperanzas, y que, incluso, fueron ayudados a salir del sumidero en el que
se encontraban.
Ahora
que son “otra cosa”, se suman a las posiciones de la derecha. No tienen la
culpa porque, en última instancia, el paraíso prometido no era más que el de
sumarse como consumidores “decentes” a la sociedad de mercado y, cuando ese
sueño encuentra obstáculos, viene el enojo.
Hace
ya varios años reflexionábamos al respecto en esta nuestra revista
refiriéndonos a Venezuela. El camino al socialismo no se recorre en un
todoterreno en el que el único que ve hacia afuera es el conductor, mientras el
resto de pasajeros tienen fijos los ojos en alguna pantalla de última
generación. En ese sentido, la batalla cultural la ganó hace tiempos el
neoliberalismo.
La
última semana de noviembre y la primera de diciembre serán claves para
develarnos en dónde estamos y hacia dónde vamos. Ojalá nos equivoquemos.
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