Las tres etapas del capitalismo global - Mariano Ciafardini* para Con Nuestra América, primera entrega


Lo que nos anima a especular  sobre  la finalización del ciclo globalizador  y del capitalismo  como proceso histórico  es, también, la apreciación del aceleramiento con que se  va constituyendo y reorganizando un sujeto histórico global,  que despunta como polo alternativo de contrapoder  y se complejiza y crece más y más…

Un análisis concreto de la época actual, que la ponga en perspectiva dialéctica con el todo del proceso histórico de la modernidad capitalista, no  puede sino hacer especial hincapié en el salto cualitativo que se produjo a nivel global entre los años 1985 y 1989. Se entiende que en los procesos históricos la alusión a fechas se hace siempre en el sentido de establecer un momento en el que  se condensan las fuerzas del cambio (los acontecimientos). Pero es obvio que fenómenos propios de esta tendencia venían ya produciéndose antes del momento fijado y siguieron produciéndose después, aunque en forma más aislada.

Dicho ello insistimos entonces  en que la “globalización” con todo lo que encierra ese neologismo, desde un punto de vista materialista histórico,  “nace” entre 1985 y 1989. Los hechos que se pueden señalar como significativos de esos años,  en términos de los que consideramos una nueva etapa del capitalismo (como lo fue el imperialismo de Lenin respecto  del capitalismo de libre competencia cuyo pasaje se dio entre 1880 y 1890) son los que se detallan a continuación.

-La derrota de los sindicatos  mineros de Gran Bretaña  por el gobierno de Margaret Tatcher en 1985.

-La iniciativa de defensa estratégica  (“guerra de las galaxias”), propuesta por el presidente de los EEUU Ronald Reagan, que se puso en marcha en 1984.

-La consolidación económica  norteamericana, durante ese mismo gobierno (segundo mandato), con tasas de menos del 5% de desocupación y 4,1% de crecimiento del PBI anual.

-El inicio del descomunal crecimiento de la economía china, a partir de 1989-91, con el proceso de ingreso de capitales privados a zonas especiales, lo que conllevó al desplazamiento del “taller mundial” a su territorio.

Para América Latina y El Caribe, paralizados por la deuda externa  y los efectos de las dictaduras militares  de la década 75-85, la señal del cambio vino de la mano de los planes “de ayuda” Baker y Brady y, su corolario, el “consenso de Washington”.

La “cereza de la torta” de todo este movimiento político económicos, que nos pondría en una nueva etapa de las formas de acumulación del capital, fue, sin duda, la desarticulación y caída  del poder soviético  y de la red de países socialistas de su entorno.

Esta nueva etapa que se iniciaba llevaba en su seno el germen de la propagación de una de las dinámicas propias del capital: la financiarización. El capital pasó a acumularse paradigmáticamente a nivel global a partir, principalmente, de la renta financiera, aunque no dejara de hacerlo a través de los también crecientes   pero en menor escala, comercio y producción.

Para ello el mecanismo por excelencia que aplicó el poder capitalista global fue la desregulación del desplazamiento de los capitales,  especialmente  de los capitales financieros, de lo que es ejemplo la derogación, el 12 de noviembre de 1999, de la ley Glass Steagall, que separaba la banca comercial de la de inversión para impedir la especulación financiera a gran escala,   y que estaba vigente desde 1933.

A partir de allí, la nueva ecuación  fue: producción básicamente  en países con bajos salarios  y orden interno, mantenimiento de la ocupación plena en los países desarrollados a partir del
comercio y los servicios y /o la construcción de viviendas, depredación  de los recursos de los países subdesarrollados cuyas energías de resistencia política habían sido  diezmadas por las dictaduras militares y los gobiernos autoritarios  de la década anterior con el consiguiente aumento de la desocupación y la aparición de grandes bolsones de marginalidad en dichos países y, finalmente, crédito disponible para todo  el mundo, a tasas bajas pero ajustables, para ser usado en el consumo y la producción de aquellos artículos y actividades cuya financiación  implicara  el retorno más veloz y la renta más alta para el capital.

Desde un punto de vista dialéctico,  aparece como evidente que la centralidad de la acumulación financiera (parasitaria) venía a negar los rasgos productivistas  de la anterior etapa del imperialismo del siglo XX, sustentada principalmente en la explotación del trabajo  (fordismo, taylorismo, desarrollismo,  industrialismo, “New Deal”, dirigismo estatal, keynesianismo).

Así como aquella etapa productivista del capital había negado inicialmente el rasgo paradigmáticamente comercial  del período del capitalismo primero (1400-1800), a partir de la finalización del siglo XIX,  finalizada la segunda revolución industrial , la globalización vino a negar,  por segunda vez (negación de la negación),  el productivismo imperialista, reemplazándolo por  la híper financiarización de la economía.

Es decir que,  en términos dialécticos,  la globalización es teóricamente la tercera  (y, en la triada dialéctica, la última) de las etapas del desarrollo del capital. Así lo hemos planteado en nuestro trabajo “Globalización tercera –y ultima – etapa del capitalismo” (Ed. Luxemburg. Buenos Aires. 2011)


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Mariano Ciafardini es miembro del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor Agosti (CEFMA)

 Continúa en 2da. entrega

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