El Pueblo Argentino y sus banderas. A un mes de “Cambiemos”.
Los derechos humanos y la democracia son valores indivisibles, por eso nuestros presidentes suelen asumir los 10 de diciembre, día en que se conmemora el día universal de los Derechos Humanos.
Ha sido una lástima que el Presidente de la nueva administración del Poder Ejecutivo no haya mencionado ni una sola vez en su discurso a los derechos humanos -entre otros olvidos intencionados- y sólo haya mencionado lo humano como “recursos”.
El frente de partidos que deja
el gobierno tuvo en tres gestiones una gran oportunidad para desmontar la
herencia neoliberal y, si bien avanzó en algunos aspectos, no supo, no pudo o
no quiso según los casos, desmontar esa herencia y avanzar en un proceso de
emancipación nacional y social como sí sucedió en otros países de la región. Su
discurso muchas veces contrastaba con sus actos y alianzas (corporaciones
mineras, del agro, petroleras y financieras), mientras consolidaba un estilo de
confrontación y polarización que le fue quitando apoyo en ciertos sectores sociales,
culminando en el primer balotaje de la Argentina.
Luego de esto, a pesar de haber perdido, el
FPV no ha hecho pública ninguna autocrítica de por qué pasó lo que pasó.
Paradójicamente, no haber reconocido ningún error en 12 años puede tener mucho
que ver con este desenlace: que por primera vez una coalición de derecha asuma
el poder a través de elecciones libres y abiertas.
El pueblo evaluará las
decisiones tomadas en base a las promesas de campaña, sus derechos, necesidades
y lo que vaya mostrando la realidad. Mientras tanto, lo que vemos en este
primer mes, son iniciativas muy preocupantes que atentan contra los
trabajadores, las instituciones y derechos básicos para cualquier democracia.
Durante la campaña, la
coalición electa “Cambiemos” puso mucho énfasis en respetar las instituciones y
la república. Sin embargo, en menos de una semana pisoteó su propio relato
republicanista con una aluvión de Decretos de Necesidad y Urgencia, que no
tienen nada de necesarios ni de urgentes, con el fin de sortear el debate de
nuestros representantes en el Congreso, sabiendo que se puede convocar a
sesiones extraordinarias.
No sólo intervino y disolvió
organismos creados por ley, sino que quiere forzar la destitución de la Procuradora General de la
Nación, cuyo mandato otorgado por el Senado aún está vigente, y
ya le ha sacado funciones que representaban un avance institucional.
Hechos que se suman a una
medida autoritaria inédita: el nombramiento por decreto de dos jueces en la Corte Suprema de Justicia.
Los jueces decretados por un presidente, son jueces del Presidente, sin
importar su currículum. La Venezuela Bolivariana que tanto critica “Cambiemos”
nunca hizo algo como eso, sus jueces siempre fueron aprobados por la Asamblea
Nacional.
Es indispensable iniciar un proceso
amplio y participativo de democratización de la justicia y selección de los
magistrados de cara a la sociedad.
En materia de seguridad y
derechos humanos, paradójicamente, en el único momento que el Presidente Macri
asumió el papel de “defensor de los Derechos Humanos” fue en su primera
presentación en el MERCOSUR y no tuvo que ver con la Argentina. Mostrando su
alineamiento injerencista, defendió a quienes están presos por salir a quemar
edificios en Venezuela para derrocar un gobierno electo democráticamente.
Mientras tanto en la Argentina hay más de
6.843 casos de torturas en cárceles en el año 2014, que el nuevo gobierno tiene
que asumir, visibilizar e investigar en base a los informes que
hemos elaborado entre la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos
Aires, la Procuración Penitenciaria de la Nación y el GESPYDH del Instituto
Gino Germani de la UBA.
Hacia adentro del país, el Pro
quiere subordinar la cuestión social a las políticas de seguridad que, desde
esta perspectiva, opera como reproductoras de las desigualdades. Las declaraciones de emergencia en
materia de seguridad y penitenciaria, no apuntan a promover un
cambio del paradigma punitivo del Estado ni a atacar el delito complejo, sino
que mantienen el sesgo clasista, efectista y selectivo del último eslabón de la
cadena, mientras pretenden legalizar contrataciones directas en vez de hacerlas
con licitación.
La coalición electa también
habló mucho de dejar de perseguir al otro por pensar de forma diferente, y lo
primero que ha hecho es desguazar la Ley de Medios, con la intención de
priorizar la libertad de empresa por encima de la libertad de prensa.
La Ley de Medios no es una Ley
K, es de todos los argentinos porque fue amplia y largamente debatida por
nuestra sociedad, y porque reemplazó la ley de facto de la última dictadura. Cuando fui a apoyarla en las
audiencias nacionales del Congreso reivindicamos el objetivo de desmonopolizar
los medios y de democratizar la palabra. Se podrá objetar la forma de instrumentación
de la ley, pero en modo alguno se puede aceptar la vuelta atrás con el derecho
a la libre expresión. Por eso siempre voy a defender la Ley de Medios y su
correcta aplicación. En vez de censurar, los argentinos necesitamos más voces,
porque la paz se construye en el respeto a la diversidad y aceptando críticas.
Otra de las banderas de campaña
del actual frente de gobierno fue la de Pobreza
cero, porque aún persisten graves desigualdades por resolver
como los problemas de acceso a la tierra y una vivienda digna y al trabajo. Pero las medidas tomadas en este
poco tiempo fueron en sentido totalmente contrario. Entre
ellas, se devaluaron los salarios un 45%, se consintieron aumentos en bienes
primarios, se suspendieron paritarias y la publicación de estadísticas, bajaron
los impuestos a los que más tienen y despidieron masivamente a miles y miles de
trabajadores públicos -que puede ser imitado por el sector privado- para
imponer miedo. Y mientras reprimen a los que protestan, el Ministro de Economía
se pronuncia extorsivamente diciéndole a los trabajadores y sindicatos que
deben evaluar si prefieren pedir aumentos o mantener fuentes de trabajo.
El neoliberalismo acarreó la
pérdida de la soberanía nacional, privilegió la entrega del patrimonio nacional
a mano de las grandes corporaciones extranjeras, mientras aumentaba en el
pueblo la marginalidad y el hambre, de la mano de la impunidad política y
jurídica de sus artífices. La historia Argentina y del mundo entero nos enseñan
que no es conciliable la política “del derrame”, con los derechos y las
necesidades del pueblo.
La nueva administración -y sus
gerentes de corporaciones o CEOs- debe respetar las instituciones democráticas
del Estado, y asumir que su primera obligación es defender y promover los
Derechos Humanos y del Pueblo.
No debe caer en la soberbia de la “curda del poder” que aleja a muchos
funcionarios del camino que deben seguir. Los gobiernos pasan y los pueblos
quedan. Los gobernantes deben cumplir sus funciones cómo Servidores del Pueblo,
y no servirse del pueblo para sus intereses partidarios y personales.
Debemos hacer memoria para que
nos ilumine el presente. El pueblo argentino pasó por etapas dolorosas entre
luces y sombras, y asumió la resistencia y la lucha popular para recuperar la
democracia, la Verdad y la Justicia. Muchos arriesgamos la vida en defensa de
las libertades civiles y los derechos del pueblo. No podemos renunciar a las
banderas que nacieron del pueblo y le pertenecen. Quienes luchamos desde
siempre, no estamos dispuestos a dar un paso atrás.
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nobel de la Paz
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