Las venas abiertas de América Latina. Eduardo Galeano. Obras para descargar
“...Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez...”
(Proclama insurrecional de la Junta Tuitiva en la ciudad de La Paz, 16 de julio de 1809).
La
división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan
en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América
Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que
los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron
los dientes en la garganta.
Pasaron
los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones. Este ya no es el reino
de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era
humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las
montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa
existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro,
el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos
con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que
América Latina gana produciéndolos.
Son
mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que
reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey
T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, “hablar de precios
justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la
libre comercialización...”
Cuanta
más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir
para quienes padecen los negocios. [...]
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